En la película To walk: The Brontë Sister (2016) Sally Wainwraigth, directora y guionista, plasma las particulares vicisitudes de las hermanas Charlotte, Emily y Anne Brontë, no solo en sus vidas en general, ensombrecidas por la muerte y la austeridad, también recrea la ardua lucha que debieron librar para ser aceptadas como autoras. Sus escritos, fueron originalmente publicados bajo seudónimos masculinos (Currer, Ellis y Acton Bell), buscando burlar las dificultades que tuvieron las mujeres de su época en ser reconocidas como escritoras.



Cumbres borrascosas, escrita por Emily Brontë, fue publicada bajo el seudónimo masculino de Ellis Bell. La novela, considerada salvaje y burda por los críticos, fue reconocida con el tiempo como una de las obras más importantes de la época victoriana. Jane Eyre, escrita por Charlotte Brontë, consiguió gran popularidad, encumbrando a la autora como una de las mejores novelistas románticas. La novela se tituló en principio Jane Eyre: una autobiografía y se publicó bajo el seudónimo de Currer Bell. Anne Brontë, publicaría igualmente Agnes Grey y La inquilina de Wildfille Hall bajo el seudónimo de Acton Bell.

La película fue presentada en los países de habla hispana como Invisibles, y el título nos remite, no solo a las vidas de las hermanas Brontë, sino a la vida de muchas mujeres que habiendo hecho una contribución meritoria en la historia de la humanidad, han quedado rezagadas de los grandes recuentos biográficos y protagónicos que mayormente conocemos. No es de extrañar entonces que muchas tomaran caminos poco ortodoxos para hacer valer sus anhelos y voluntades.
Fernán Caballero fue el seudónimo utilizado por la escritora y folclorista española Cecilia Böhl de Faber. Cecilia nació en el seno de un hogar tradicional, burgués y católico. El motivo de su seudónimo, según ella misma citó, “Gustóme ese nombre por su sabor antiguo y caballeresco, y sin titubear un momento lo envié a Madrid, trocando para el público, modestas faldas de Cecilia por los castizos calzones de Fernán Caballero”. La escritora se ocultaría tras el seudónimo masculino para no sufrir el desdén por las obras de su autoría. Fue un personaje contradictorio, ya que rechazaba la política, pero escribió varias novelas tomando una clara postura conservadora; rechazaba la idea de las mujeres emancipadas, pero fue una escritora ambiciosa, que redactó gran parte de su obra en francés, alemán y español. Quiso crear una nueva forma de novelar, mostrando férreas costumbres morales, donde la mujer vive una existencia religiosa, sometida al marido, recluida en su casa y apartada del mundo. En su vida real, como Cecilia, vivió una vida tan novelesca como cualquier de sus obras.



Otras mujeres se camuflaron en identidades masculinas para poder estudiar, no tener que casarse, huir de una suerte incierta o participar en las numerosas actividades que les estaban vetadas. Sophie Germain, matemática, mantuvo correspondencia con eminentes colegas de su época, y lo hizo ocultando su identidad bajo el seudónimo de Antoine Auguste Le Blanc, de otra manera estos científicos no habrían prestado ninguna atención a las palabras de una mujer. La botánica Jeanne Baret, circunnavegó el mundo disfrazada de hombre, en una expedición de la Armada Francesa que no permitía a las mujeres viajar en sus buques.



James Barry fue un cirujano militar de la Armada Británica, y aunque vivió su vida adulta con ese nombre, la documentación de la que se dispone indica que su nombre al nacer fue Margaret Ann Bulkley, quien educada como una niña, eligió vivir como un hombre para poder ingresar en la universidad y proseguir la carrera de cirujano. Margaret Ann era sobrina del conocido artista irlandés, James Barry. Algunas cartas indican que se urdió un plan entre Margaret Ann y amigos de su tío, entre ellos el mismísimo Francisco de Miranda, para que Margaret pudiera ingresar en la escuela de medicina. Barry fue una sensación en su época, un prodigio que se recibió de médico a los 14 años y, además, realizó sorprendentes e innovadoras operaciones. Uno de sus más fervientes deseos era unirse a la lucha por la independencia en Venezuela. Solo a su muerte fue revelado, contra su voluntad, su secreto.


Varias interesantes mujeres lograron imponer sus estilos de vida, considerados escandalosos para su tiempo, y vivir las experiencias que desde jóvenes anhelaron para ellas. Pero aun así, pareciera que quienes escriben la historia se empeñan en hacer de sus pasos letra pequeña. Esfuerzo inútil, ya que de alguna manera sus huellas encontraron el eco necesario para ser reconocidas y admiradas.



Hedwig Eva María Kiesler, conocida como Hedy Lamarr, fue una famosa actriz de cine, pero es prácticamente desconocida como inventora. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial Hedy y el compositor George Antheil, desarrollaron la patente de un sistema de guía por radio para torpedos aliados que utilizaba el espectro ensanchado, lo que permitió las comunicaciones inalámbricas de larga distancia. Aunque la Armada de los Estados Unidos no adoptó la tecnología hasta la década de 1960, los principios de su trabajo se incorporaron a la tecnología Bluetooth y son similares a los métodos utilizados para la tecnología Wi-Fi. En el año 2014, Hedwig Eva María Kiesler fue incluída al National Inventors Hall of Fame.




Gerda Taro fue el seudónimo de Gerta Pohorylle, una pionera del periodismo gráfico y pareja del fotógrafo Endre Ernő Friedmann. Juntos fotografiaban bajo el seudónimo de Robert Capa. Gerda es considerada una de las primeras fotoperiodista de guerra. Cubrió varios frentes de batalla y falleció en el ejercicio de su profesión. Gerda y Endre compaginaron tan bien su legado como Robert Capa, que es difícil saber qué fotos son de cada uno, y más aún, no todos saben que tras ese nombre está la visión única de una mujer reportera de guerra.
En el mundo de las ciencias y la tecnología hay casos emblemáticos de mujeres con contribuciones primordiales, que por años han pasado por debajo de la mesa. En la película Talentos ocultos (Hidden Figures, 2016) del Theodore Melfi, y basada en el libro de Margot Lee Shetterly, se cuenta la historia de la matemática afroamericana Katherine Johnson y sus colegas, Dorothy Vaughan y Mary Jackson, quienes trabajaron en la División Segregada de Cálculo, del Ala Oeste del Centro de Investigación Langley, en la NASA. Estas tres remarcables mujeres consiguieron convertirse en las primeras afroamericanas en alcanzar metas hasta entonces imposibles.



Fue utilizando los cálculos de Katherine Johnson, que John Glenn se convirtió en el primer astronauta estadounidense en hacer una órbita completa de la Tierra. Dorothy Vaughan consiguió ser la primera supervisora de los servicios de IBM en la NASA, y Mary Jackson se convirtió en la primera mujer en ser ingeniera aeroespacial de Estados Unidos.

Pocos saben, por ejemplo, quien fue Bertha Benz, pionera de la automoción alemana e inventora de la pastilla de freno para automóviles. Bertha, esposa y compañera de negocios de Carl Benz, fue la primera persona en conducir un automóvil a una larga distancia, ella al volante y sus hijos acompañándola en el vehículo (1888). Al hacerlo catapultó el invento de su esposo, quien en 1886 había solicitado la patente al gobierno alemán para un vehículo motorizado de tres ruedas, llamado Benz Patent-Motorwagen. La audacia de Bertha consiguió para la compañía de ambos las primeras ventas del vehículo.
El famoso coronavirus que nos mantuvo en jaque y cuarentena, fue identificado en 1964 por una joven mujer, June Dalziel.
June se convirtió en pionera de la producción de imágenes de virus, pero su trabajo quedó en el olvido hasta la presente pandemia. Esta cepa nueva del coronavirus es familia del identificado por primera vez por June, en su laboratorio en el Hospital St. Thomas en Londres.



La viróloga nació en 1930 y creció en Escocia. Dejó la escuela por problemas económicos, pero consiguió trabajo como técnica de un laboratorio. Más tarde se mudó a Londres para avanzar en su carrera y en 1954 se casó con Enrique Almeida, un artista venezolano. Instalada en Canadá continuó su labor científica y fue pionera de un método para visualizar mejor los virus, mediante el uso de anticuerpos desarrollados en animales o humanos, que hacían que los virus se agruparan en torno a ellos. Su talento fue reconocido en Reino Unido, por lo que en 1964 la llamaron de vuelta para trabajar en la Escuela de Medicina del Hospital St. Thomas en Londres. Allí June Almeida identificó no solo lo que se conoció como el primer coronavirus humano, sino también fue la primera en obtener imágenes del virus de la rubeola. Trabajó en la Escuela de Medicina de Postgrado en Londres, obtuvo su doctorado y terminó su carrera científica en el Instituto Wellcome, donde fue nombrada en varias patentes en el campo de las imágenes de virus, entre ellos el del VIH.
Su trabajo pionero estaba olvidado, pero irónicamente el brote de covid-19 ha vuelto a iluminar su trabajo y está ayudando en la lucha contra el virus.
Adriana G.
Referencias bibliográficas:
https://es.wikipedia.org/wiki/Familia_Bront%C3%AB
https://www.revistaesfinge.com/arte/literatura/item/1705-la-singular-historia-de-las-hermanas-bronte
http://www.cervantesvirtual.com/portales/fernan_caballero/autora_biografia/
https://es.wikipedia.org/wiki/Sophie_Germain
https://es.wikipedia.org/wiki/Jeanne_Baret
https://www.bbc.com/mundo/noticias-41337405
Rayas de tiza
https://es.wikipedia.org/wiki/Hedy_Lamarr
https://es.wikipedia.org/wiki/Robert_Capa
https://www.fotonostra.com/biografias/robertcapa.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Katherine_Johnson
https://es.wikipedia.org/wiki/Dorothy_Vaughan
https://es.wikipedia.org/wiki/Mary_Jackson_(ingeniera)
https://mujeresconciencia.com/2019/08/16/bertha-benz-pionera-en-automocion/
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