Pasa en los libros, pasa en Venezuela

La culpa es de los tequeños

 

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Hace poco me devolvieron el libro de Leila Macor «Nosotros los Impostores», lo releí y me volví a topar con el artículo sobre los tequeños, ella que se radicó en Uruguay hace un tiempo, justifica el tequeño de la siguiente forma:

– Lo que no saben los extranjeros es que los venezolanos nos hemos criado bajo el signo de una perpetua insaciabilidad de tequeños, que explica nuestra devoción –

La autora hace toda una oda a este bocado fiestero venezolano, y de paso lo convierte en el culpable de nuestra idiosincrasia, ¿como lo hace? No lo sé, pero te pone a pensar.

– Un venezolano promedio necesita comer al menos diez tequeños para sentirse medianamente satisfecho con la porción que le ha tocado, pero en general no accede a más de dos o tres. Esa es una de las más tristes realidades de nuestra Patria. Qué Chávez ni qué nada. El problema es que nunca hay suficientes tequeños. Todo lo que nos sucede puede ser visto como consecuencia de esa permanente carestía –

Tequeños

Leila hace una descripción completa sobre el trabajo que da elaborar los tradicionales “pasapalos”, relata como es el protocolo y viveza criolla en las fiestas venezolanas respecto a estos palitos de queso, así me dijeron en Barranquilla, cuando me ofrecieron unos “palitos de queso”, diciéndome que eran igual a los tequeños, cualquier venezolano que se precie se ofende con este comentarios, porque no, no son palitos de queso, son tequeños y punto.

El caso es que la escritora concluye lapidariamente su artículo asi:

–  Con esa lípida insatisfacción crecimos los venezolanos. Sin disfrutar jamás de suficientes tequeños. Tenemos petróleo, gas, aluminio, oro y diamantes. Tenemos hermosos paisajes. Tenemos alegría, mujeres hermosas, todo ese rollo. Hasta tenemos un país periodísticamente  “interesante”.  Pero nos falta algo sustancial: nunca hemos comido hasta el hartazgo uno de nuestros principales plato típico.- …Como si los gringos jamás hubieran podido saborear más que un mordisco aislado de una que otra hamburguesa, o como si los argentinos tuvieran que conformarse con un bocado de churrasco cada vez que van a una parrillada. Y esa ausencia modela nuestra idiosincrasia: somos ávidos, inmediatistas, hedonistas, oportunistas y corruptos. Todo por culpa de los tequeños, que han definido nuestro carácter desde siempre –

Ahora todo tiene sentido, la solución está en darle una sobredosis de tequeños al venezolano y el cuento, o la historia sería otra.

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http://prodavinci.com/2012/09/12/actualidad/la-perpetua-insaciabilidad-de-tequenos-por-leila-macor/

http://www.escribirparaque.com/search/label/Venezolanos

 

Moro num país tropical

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Suelo intentar explicarle a los extranjeros que conozco, y que me preguntan porque en Venezuela es así o asao, cualquiera sea el uso, costumbre o situación en el país que me vio nacer, crecer, reproducirme y en algún momento morir, porque no tengo plan B, de manera que me la paso buscando respuestas del porque aquí no es como es Suecia, incluso me conocen por mi premisa – Ni que fuésemos Suecos – Gabriel García Márquez fue el primero que desde sus «Cien años de Soledad» me dio el realismo mágico de nuestra esencia, pude entender muchas cosas que pasaban en mi familia, en las familias de los otros, hasta el sol de hoy todo tiene sentido aplicando tal filosofía de vida, le fui dando más fuerza al tropical que tenemos cuando escuche a Jorge Ben Jor  cantando  País Tropical:

–  Moro num país tropical, abençoado por Deus E bonito por natureza (mas que beleza)-

No necesité más explicación, gracias  Garcia Márquez  gracias  Ben Jor

 

Sin embargo, en tiempos de revolución fue con Francisco Suniaga como voy, no entendiendo, sobrellevando a “Esta Gente”, mi identificación fue completa cuando lei:

–  Mi reflexión es que si el país fuese como la gente con la que trabajé y la que formé, Venezuela sería Suecia. –

Este señor es de los mios. Lo primero que leí de Suniaga fue la “Otra Isla” , ya en esa obra me engancho como describe el gentilicio del isleño, y como relata el fascinamiento del Alemán Dieter por la Perla del Caribe, a seguir una muestra:

Entre admirado y estupefacto, se contentó con observar cómo, aunque gritaban al unísono y cada cual parecía hacer lo que le daba la gana, arrastraron la embarcación por la arena hasta colocarla a distancia segura de la marejada más atrevida. Admiración por la destreza con la que ejecutaron sus artes y estupor, porque el resultado no dejaba de ser un contrasentido que con terquedad se empeñaba en demoler su herencia cultural y genética: una vez más había tenido ante su vista la comprobación empírica de que las empresas colectivas pueden resolverse bien y con gran eficiencia, en medio de un caos en el que todos dan órdenes que nadie sigue. En esa maniobra marinera, a su entender, estaba la síntesis de aquella tierra y sus habitantes, el rasgo que consideraba más preciso para definírsela a los alemanes que no la conocían: Margarita, la isla de la utopía, el único lugar del planeta donde todos mandan y nadie obedece -.

http://ficcionbreve.org/la-otra-isla-de-francisco-suniaga/

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Tiempo después me regalaron “Esta Gente” y fue ahí donde encontré la revelación sobre lo que es el Caribe y pertenecer a sus parajes, la identificación con esa descripción ayuda muchas veces al sin sentido país:

–  … porque para nosotros ha sido una verdad conocida desde antes que a García Márquez y otros literatos se les diera por escribir de eso, El Caribe es una dimensión que está a mitad de camino entre la realidad objetiva y el absurdo, probablemente mas cerca de este último. Margarita no escapa a esa ley. Por la naturaleza, por la gente, por lo que sea, no hay una idea que no se trastoque, aquí reina una informalidad conceptual que estira los límites de los preceptos y todas esas vainas sobre las que se funda la racionalidad occidental.

–  …..y tengo el palpito de que esto no va a terminar  aquí, que esto pica y se extiende, como puede pasar con estas cosas en el Caribe, la dimensión insondable -.

Leyendo el Pasajero de Truman, nunca tuvo tanto sentido que para entender el presente hay que conocer el pasado, y lo dejamos por aquí para no entrar en detalles.

El pasajero de Truman – Centro Gumilla

Sonia Maria

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Francisco Suniaga

0007FranciscoSuniaga_ENE013-1Francisco Suniaga es un escritor venezolano nacido en 1954 en La Asunción. Ejerce a la vez de abogado y de profesor universitario. Colabora con el periódico El Nacional.
Es autor de varios libros: La isla invisible (2005), El pasajero de Truman (2008), Margarita Infanta (2010) y Esta gente (2012).

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