Fue en el año 1998 cuando la inmensa familia que somos, nos multiplicamos en hígados, somos una familia numerosa en miembros, nuestra matriarca María Marín tuvo 10 hijos, quiénes con sus respectivas parejas, le dieron 25 nietos, si la cuenta no me sale mal, ya van por 39 los bisnietos de María y 1 Tataranieta, que no llegó a conocer, con todo y que vivió 96 años. Pero todo este gentío es un detalle al momento que tocó encontrar un hígado para Lisbeth, la hija mayor de María.

Nos habíamos enterado que la primogénita de la familia tenía Hepatitis C, tengo el registro claro aún en mi memoria, cuando le comenté a Lisbeth en alguna ocasión, que yo no tenía conocimiento de tantos casos de ese padecimiento, y ella me responde, ahora que lo conoces, vas a comenzar a encontrar información en todas partes, porque tomaste consciencia de que el virus existe. Lisbeth era una mujer aplomada, siempre elegante, incluso cuando se reunía con #elPeoMarín, hashtag que el clan adoptó por decisión unánime, ella sin perder el glamour disfrutaba totalmente de las reuniones familiares. Fue por esa razón que nos convertimos en expertos del mortal virus, que nos conmocionó por tanto tiempo. Desde el principio, cuando nos dieron la noticia nos fundimos en un solo corazón, me conmovió mucho ver como todos nos unimos en la causa del hígado de Lisbeth, ya conocía del poder de convocatoria de los Marín, cuando alguien necesitaba o solicitaba apoyo, ese evento me certificó que formaba parte de esa fuerza familiar, fueron algunos años en estado de alerta a cualquier situación que se presentara con Lisbeth, fueron varios episodios de correcorre, de incertidumbre, de clínicas, de noches en vela, de oraciones. María le entregó el caso a la Virgen de la Rosa Mística, puso un altar en la sala de la casa, donde innumerables veces nos reunimos a rezar con ella, porque el virus se las trae, acudíamos a todo lo que teníamos al alcance, ciencia, religión, para mi asombro tuvimos una terapia familiar, coordinada por Cesar, el hijo único de Lisbeth. A esta altura, ya teníamos la información, no tan clara, que a Lisbeth había que hacerle un trasplante de hígado, que la condición sine qua non era que el donante tenía que tener el mismo tipo de sangre que la receptora, O negativo, lo que complicaba la situación, pero no para los Marín. Desde aquí me acompaña en este relato, Judith, la tercera hija de María, una de las personas más comprometidas con la vida en todos los sentidos.
Era una tarde del año 98 cuando en esta misma sala donde me encuentro escribiendo mi testimonio, Dayse mi hermana me comunicó la gran noticia de que a Lisbeth se le podía practicar el trasplante de hígado de vivo a vivo. Fue un descubrimiento para mi muy extraño, ya que nunca imagine que eso era posible, y a pesar de eso, aparte de preguntar como era eso, inmediatamente supe que el primer paso era saber si era compatible o no con la sangre de Lisbeth. Sentí, sin saber exactamente cuál era el grupo de sanguíneo de Lisbeth, que yo era compatible, e inmediatamente corroboré que éramos del mismo grupo sanguíneo, y a partir de ese momento supe que yo era la persona escogida para salvar a mi hermana, y que ese era un regalo Divino que me permitió emprender ese hermoso camino, nada fácil, pero con mucho optimismo, fe y confianza, hasta lograr el objetivo que internamente me tracé.
Todos, y cada uno, a su manera vivía su conmoción por el hígado de Lisbeth, siempre junto a la familia, éramos un grupo heterogéneo unido por una causa común. Como comenté, hicimos una terapia familiar, Cesar coordinó una jornada de un fin de semana, con agenda preparada, me pidió ayuda con la logística, nos concentramos los adultos de la familia en esa actividad, solo entendiendo que se hacía por Lisbeth. Ella no estuvo presente, tenía periodos muy delicados de salud, fue una especie de sesión grupal, en donde tuvimos la oportunidad de descargar nuestras inquietudes, fuimos desde la expectativa, pasando por la frustración, la tristeza, la risa, hasta biodanza hicimos, y finalmente Cesar expuso con el detalle que pudo, de que iba el trasplante de hígado de Judith a Lisbeth, dentro de tanta incertidumbre, nos dio luces, era una técnica novedosa, que se haría en USA, con el aliciente de que el experto, era un médico venezolano, Dr. Amadeo Marcos, hasta la fecha es una inminencia, actualmente es el jefe de la división de trasplantes en el prestigioso Instituto de Trasplantes Thomas E. Starzl del Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh.

A partir de ese momento transcurrió un año viviendo muchas angustias, ya que Lisbeth se deterioraba más, pero no se daba el momento, y me convencí que no era cuando nosotros queríamos sino cuando Dios lo creyera conveniente, Y así fue, después de vivir experiencias maravillosas, como el taller de biodanza familiar que hicimos, nos hizo crecer y fortalecernos y aun así pasaron varios meses hasta que al fin se planificó el viaje.
En el escrito de Judith se puede leer todo el trayecto que vivió ella, desde que salió de Guanare, hasta llegar a Richmond, Virginia en los Estados Unidos, sus palabras, así como sus actos, estuvieron siempre llenas de optimismo y esperanza. La familia se fundió en un solo cuerpo, repleto de emociones encontradas e incertezas, le explicaba a mis allegados como era el procedimiento, el cirujano estimó 12 horas de duración de la cirugía, entre que le extraían el lóbulo del hígado a Judith, la donante, y lo trasplantaban a Lisbeth, para todos era un limbo repleto de interrogantes, el hermano de Lisbeth, William, médico cirujano – oncólogo, intentaba con su característica paciencia, atender a todas nuestras inquietudes, siendo él de los afectados, sus dos hermanas estaban siendo sometidas a una operación de alto riesgo.
Llegó el día de la operación, los que pudimos nos fuimos a casa de María, a esperar las noticias que tan generosamente nos pasaba Cesar, la virtualidad era incipiente, recuerdo que nos conectamos por el ICQ, eso funcionaba, como un medio masivo para saber de la situación de Lisbeth en USA.
- ¿Qué se sabe?
- Aún están operando a Judith
- Ya le sacaron el hígado a Lisbeth
- Judith está bien.
- Comenzaron a intervenir a Lisbeth
- No se sabe nada
- Seguimos esperando noticias
- Ya Lisbeth tiene el hígado de Judith, el Dr. Marcos dijo que todo salió bien.
Exhalamos todos aliviados por el momento, no podíamos creer que había pasado lo que tanto habíamos esperado por tanto tiempo.
Con mi fiel compañero Cesar, comencé los chequeos preoperatorios el lunes 28 y el viernes 2 de Julio se cumplió el sueño esperado por todos, logrando darle a mi hermana parte de mi vida. Fue un postoperatorio hermosísimo, lleno de alegrías, de ver que cada día Lisbeth se sentía cada vez mejor, hasta que por cosa inexplicable se nos complica, una vez dada de alta, e ingresa el martes 13 en un estado de gravedad increíble. Desde ese momento empezó una lucha porque sobreviviera, al punto de que cuando supe que mi hígado había que sacarlo, porque había sufrido una fractura (palabras textuales de Amadeo, nuestro médico). A pesar de lo impactante de la situación no me rendí, por el contrario, me llené de valor, y propuse a mi querido Henry para que se sometiera al trasplante.
Volvimos a contener la respiración, las cosas se complicaron, había la posibilidad de un nuevo trasplante, seguimos hablando de vivo a vivo. El hermano Henry seguía al turno, es una manera de decir. Supe que William dijo – es que acaso somos una familia que fabrica hígados, cuantos más van a pasar por el riesgo – Mientras tanto Henry, salió disparado a la clínica para hacerse el examen de sangre, pues a él y a mí, su esposa entonces, se nos había olvidado ese tremendo detalle. Resultó compatible, y en dos días Henry y William, quien lo quiso acompañar para saber qué era lo que estaba pasando con los hígados de sus hermanos, se fueron a Richmond.

Nos quedamos nuevamente con el alma en vilo, esperando el mismo proceso por segunda vez, Henry al igual que Judith, no dudo ni por un segundo en ser el próximo donante. El día de la operación de mi esposo, pedí permiso en el trabajo y les dije a mis padres, hermanos, y a la familia Marín que iba a pasar el tiempo de la cirugía en mi apartamento con mis dos hijos, quería estar sola esperando las noticias. Cesar nuevamente fue un derroche de información, y la familia estuvo en contacto constante conmigo. Hasta que volvimos a respirar cuando supimos, no sé cuántas horas después – Ya Lisbeth tiene el hígado de Henry, el Dr. Marcos dijo que ambos están bien –
Regresamos a Venezuela inmensamente felices a pesar de que a Lisbeth la dejamos delicada, sumamente débil, pero el milagro se había dado y logró sobrevivir complicaciones de todo tipo. Nuestra misión había sido cumplida y solo esperábamos la misericordia de Dios para tener de nuevo a Lisbeth con nosotros y recordar los momentos bonitos y apartar los momentos que nos produjeron angustia y desesperación.
Antes de ese regreso, también fui a Richmond, a corroborar que todos estaban bien como lo decían, Rafael Ángel mi cuñado hizo los arreglos para que dos días después del segundo trasplante, llegara yo a los Estados Unidos. Fue todo muy acelerado, miles de recomendaciones y mensajes de parte de la familia que se quedaba en Venezuela aún en conmoción. Para mi asombro me recibe mi esposo Henry, en pleno aeropuerto se levanta la camisa, mostrando con orgullo la inmensa herida que le quedó de la cirugía, parecía una mordida de tiburón que abarcaba todo su tórax. Aturdida y cansada por el viaje, me lleva, casi que tirada al carro, donde nos esperaba el Dr. Marcos, y cuando pienso que ya era un gesto muy noble del médico compatriota, ser nuestro conductor, también resultó ser un anfitrión de lujo, llegamos a la casa del doctor Amadeo, me encuentro con una recepción al mejor estilo criollo, con parrilla, mesa de dominó, mis cuñados, Rafael Ángel y William, eran parte de la partida, y esperaban por el galeno. Judith, Libia, otra hermana que ya estaba en Richmond y Cesar se dedicaron a contarme todos los detalles, yo atribulada todavía hacía las preguntas que me saltaban. La única que faltaba era Lisbeth, ella estaba en la clínica recuperándose.
En algún momento entro en cuenta que no he llamado a Venezuela, para dar señales de vida, nunca supe que decir, dejé que Cesar y Judith se encargaran, yo aún estaba digiriendo los Hígados de la familia.
En noviembre del 99 a escasos meses de vivir toda esta historia escrita, llegó a encontrarse con nosotros Lisbeth, bella, hermosa, VIVA, sentimos una alegría tan grande que quisiéramos gritarle al mundo que existen los milagros.
Han pasado más de 20 años desde estos episodios, pudimos disfrutar a Lisbeth por tres años más, vio nacer a sus nietas gemelas, Cámila y Sofia, la mayor,Beatriz Carolina, estaba muy pequeña, y nos recuerda tanto a su abuela. Lisbeth vivió esos años con la intensidad que le ponía a todo en la vida.
Cuando la familia se reúne, recuerda a sus deudos, a la fecha ya son unos cuantos, pero tenemos claro que hubo un antes y un después de los Hígados de Lisbeth, fue un suceso que nos tocó indistintamente y nos dio la oportunidad de valorar la importancia de la vida, la salud, la familia, la unión. Por eso los Marín nunca hemos dejado de brindar.
Sonia María
El primo Buenaventura López me envio este interesante y sentimental relato. Lisbeth Marín es un símbolo de lucha y fortaleza en la enfermedad. Los Marín son un clan de gente alegre, astuta, simpáticos y amantes de la vida. Muy bello escrito Sonia. Saludos. Haydee
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Que buen escrito cuñi! Tal cual, hermosa historia que quedará para las próximas generaciones de nuestra familia…Gracias Gracias Gracias 🙏
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