Parecía hasta comienzos de 2020, que trabajar de forma remota era una especie de privilegio, reservado solo para algunas “personas afortunadas”. Hoy comprendemos que para trabajar desde casa se requiere de competencias específicas y de un esfuerzo personal adicional.
Esta “nueva normalidad” del trabajo remoto, puede haber llegado para quedarse, convirtiéndose en una gran oportunidad o en una total amenaza. Todo dependerá de la adaptabilidad de la persona a las demandas de su nuevo rol y circunstancias, y de las competencias individuales para ejercer la autogestión o el liderazgo para ejecutar las tareas y mantener y promover equipos productivos y exitosos. Ambos aspectos son diferentes, y no siempre vienen de la mano.
Esto es una realidad tanto para la persona emprendedora o en libre ejercicio como para el personal contratado, sea éste un trabajador de base o un supervisor o gerente.
Los que trabajamos remotamente, necesitamos desplegar una serie de competencias y destrezas de autogestión que, de poseerlas de manera intrínseca, harán el trabajo muy fluido y placentero. Sin embargo, otros grupos de personas con diferentes sets de competencias o estilos, requerirán de herramientas para conocerse, adiestrarse y desarrollarse de manera integral, en el nuevo ambiente de trabajo.

En mi experiencia personal, trabajando como emprendedora desde 2003, y con valiosos intervalos “in situ”, puedo compartir mis experiencias laborales, desde el rol de miembro de un equipo o de dirección, en ambos contextos.
Ser una persona productiva, motivada y motivante, en el ambiente de trabajo remoto, requiere poseer o incorporar destrezas de autogestión, disciplina, ética, poseer conocimiento profundo de la industria y de las tareas a cargo, dominar la tecnología necesaria, y todas las responsabilidades inherentes al puesto de trabajo. Se deben conocer y seguir los protocolos, procesos y procedimientos establecidos, así como poseer un sentido de urgencia, de organización de prioridades y horarios, capacidad de comunicación y de negociación, entre otras competencias muy bien definidas.
El estilo de supervisión ejercido con poca o ninguna orientación a delegar, de jefatura y supervisión cercana, promueve los ambientes de “oficina silente”, poco creativa y dinámica, en los que solo se escucha el sonido de los teclados, interrumpido esporádicamente por el repicar de teléfonos y el movimiento de papeles, amontonados y por archivar sobre el escritorio, dando testimonio de unas buenas 8 horas de jornada diaria.

Existen supervisores, a quienes les cuesta “soltar” a alguna o a todas las personas integrantes del equipo, para que logren trabajar eficientemente de forma distante y creativa, alejados de su vigilancia. Este estilo de liderazgo requiere adiestramiento en nuevas maneras más eficientes de supervisión, necesita aprender a confiar, saber cómo construir una visión compartida y cómo facultar, a su personal, para la autonomía. Este tipo de supervisor debe comprender que, la persona trabajando remotamente no trabaja menos, ni necesariamente con mayor comodidad, o se toma más horas de descanso, o merece menos compensación de honorarios o sueldo, por el hecho de trabajar desde casa. Pudiera ser, en cambio, todo lo contrario.
Para ejercer el rol de liderazgo y de dirección eficiente de manera remota, se hace imprescindible mirarse y conocer cuáles son sus verdaderas competencias, ya que, la tradicional contabilización de horas de conexión del supervisado a Virtual Private Network, por ejemplo, o la rapidez con la que éste responda a un e-mail o llamada telefónica y dé otras “evidencias” de presencia física frente al ordenador, representan en esta nueva dinámica de supervisión remota, un desgaste de energía sin valor agregado, para todas las personas.

Estos indicadores evidencian que, la persona a cargo de la supervisión, tiene el requerimiento urgente de incorporar nuevas competencias, para lograr delegar, comunicarse, dirigir, motivar, innovar, y hacer seguimiento a la productividad del equipo y de la empresa, con mayores niveles de eficiencia y productividad. En otras palabras, para estar a la altura del reto actual, el supervisor debe evolucionar hacia un estilo de liderazgo más adulto psicológicamente hablando y más ágil tecnológica y procedimentalmente hablando.
La supervisión remota efectiva, por lo tanto, estará centrada en el logro de metas y objetivos, en acuerdo con los protocolos y fechas acordadas de forma individual y con el equipo.
Es prioritario el desarrollo de las competencias de comunicación efectiva. La comunicación debe establecerse de manera oportuna, debe ser actualizada, completa, clara, precisa y transparente. Esto, para lograr un alto y seguro nivel de motivación en los demás. Para una persona trabajando remotamente, y para el equipo, la calidad de la comunicación es de vital importancia y es una de las mejores maneras de lograr el necesario ambiente de trabajo inclusivo.

Es recomendable incluir las asesorías, en estos nuevos tiempos de adecuación laboral, que permitan conocer el estilo de autogestión personal o la habilidad para liderar los equipos de trabajo a distancia, con eficiencia, en acuerdo con las nuevas demandas de dirección de un equipo remoto. Esto le facilita al líder conocer rápidamente los estilos de comportamiento de sus colaboradores y desarrollar estrategias de comunicación que le permita, al equipo, funcionar con su mayor desempeño y con el mejor clima laboral. Las asesorías permitirá tanto a la persona liderando, como a las personas supervisadas en el equipo, que conozcan, desarrollen y adquieran los comportamientos necesarios e ideales para el trabajo remoto, que promuevan el sentido de pertenencia a un todo organizacional, más allá de la natural solitud, que a veces, pudiera embargar a las personas trabajando desde casa.
Reflexiones:
¿Comprendes adecuadamente tus estilos de comportamiento?
¿Conoces bien a tu personal?
¿Sabes cómo facultarlos para la autonomía?
¿Entiendes cómo ejercer el liderazgo a distancia?
Carolina Britto
Gerente de Proyectos OVALDISC
En alianza con Planning/RH+www.ovaldisc.com