
A veces tropezamos con las palabras antes de que estas se aparezcan ante nosotros. Antes de saberlas, saborearlas y hacerlas nuestras, nos llega su sentido, hacemos nuestro su espacio y luego se revelan. A veces pasa. Me ha pasado con el insilio. Escribí sobre el sentimiento que encierra la palabra, mucho antes de ser formalmente presentadas.
La palabra insilio no aparece registrada en el Diccionario de la Real Academia Española, pero no me falto conversación o lectura que me la explicara.
El insilio implica sentirse un extranjero en tu propio país. Habla de la no pertenencia, el encierro, la vulneración de derechos o la enajenación de las libertades individuales.
El exiliado es alguien que hace distancia de una realidad que lo vulnera o lo minimiza, no es algo fácil o que lo haga necesariamente feliz, pero logra hacer todas las maletas, incluyendo la afectiva. El insiliado, por la razón que sea, permanecer en el lugar que lo anula, con todo lo que eso significa. Al exiliado lo acompaña la nostalgia, en el insilio hay silencio, pero en ese silencio hay un significado.

El insiliado es un excluido dentro de su propio territorio, sobrevive a circunstancias que le son más que adversas y se refugia en una tierra de nadie, donde guarda la esperanza.
El poeta venezolano Ricardo Ramírez Requena revela en su libro, Maneras de irse ese exilio interior, ese sentido de pérdida, desde la tristeza de quien se queda, pero no se halla en un lugar-país que le es extranjero y ausente. Aquí dos de sus poemas presentes en el libro.
Maneras de irse
Las amigas de mi madre se han ido muriendo.
Primero fue Yolanda, de carne firme y silencio.
Luego vinieron la abuela Arreaza, quien le vio
el culo a todo El Cafetal de tantos años poniendo
inyecciones; Elvira, su alegría y su cigarrillo perpetuo;
Beatriz, a quien no le tocaba realmente pero decidió
irse, y al final Elena, impuntual.
Todas se han ido muriendo. Quién les habrá dicho
que podían morirse así, como pidiendo permiso.
Hay maneras de irse y cada una ha respetado el pacto
que las une.
Hay un orden de las cosas y mi madre
lo ha entendido en su silencio.
Se le ve en el rostro, cada vez que aparece Elvira
durmiendo o fumando en la casa, o el ascensor
decide detenerse en el segundo piso, el de la abuela.
Tanto apuro y nadie quiere irse de verdad, dice.
Tanto apuro y no pueden vivir sin contarme sus
asuntos en los sueños, comenta.
Me dejaron sola, cuidándoles la calle y a su gente.
Yo cuento ahora los chismes, yo doy las clases,
yo pongo las inyecciones ahora.
Aún no puedo irme, me cuenta. Ni que quisiera.
Cada día me encomiendan cosas nuevas
las pendejas esas.
La lentitud
Va lenta la semana. Nos gusta dejarnos para más
tarde, la lucidez a la mano con el pánico.
No somos la historia de nadie: un andar doliente
de promesas por los espacios del herraje, mientras
nos gritan, nos gritan y nos lamen las orejas con
susurros destrozados un disfraz de alegorías,
un refrán de majaderos.
La providencia de dios está llena de azares
de múltiples rostros.
De murmullos de espanto en los umbrales.
Momentos de ocio, de fotografía: la mujer desnuda
en la autopista, las torres del silencio, la noche
devoradora de mañanas.
También Hernán Zamora, en su poemario Orfeado Insilio nos muestra cuan ajeno se puede hacer el suelo propio.
Insilio
Novecientos dieciséis mil
cuatrocientos cuarenta y cinco
kilómetros cuadrados
arrasados
por voracidad de Tifón
Ciudades selvas cordilleras
plataformas continentales
islas industrias turbinas
puentes estaciones cables
flora fauna
historias creencias usanzas
deseos abrazos perdones
todo
devastado
por voracidad de Tifón
Sobrevivo
suspendido
dentro de dieciséis metros cúbicos de
aire
Ahí
me aferro a nueve libros
Terredad
raíz primordial que a otro futuro hondo apunta
Mi padre el inmigrante
memoria de ajenas raíces recibidas por el viaje
del vivir
Al margen de las hojas
creyones transmutados en vuelos
guijarros e intemperies
La gana breve
cuerpos inmersos en la vaporosa sensualidad
del mundo
Los tallos de los falsos equilibrios
sacralizado oficio de escribir
ruego y rito de expiación
Verbos predadores
tremor de palabras heridas
clavícula de besos y diamantes
Nuestro amor es como Bizancio
alumbrada ciudad ungida por lluvia de luna
sobre sus murallas
Ficciones
senderos circulares recorridos entre ruinas
de quien nos sueña
Filosofía en los días críticos
barco de papel derrotando sobre un desierto
de sueños
Nueve
cuencos de vida
contienen mi demorado contemplar
desde el lecho del río padre
A través de ellos percibo un canto
Gracias
por asilarme en sus páginas
por cada palabra devuelta a la vida
por cada asombro en ellas conspirado
Trato de escribir a su resguardo
Escribo y canto
busco luz donde hay asfixia
acordes en lo desafinado
trocitos de papelón
cuando voy amargo
Escribo y canto
hacia dentro
aquella arcádica Angostura
ya no existe
Escribo y canto
hacia dentro
esperando que un día podamos
volver a fundar
Canto y escribo
hacia dentro
sostenido
exiliado
Adriana G.
Notas:
Hernán Zamora

Arquitecto y poeta venezolano (Caracas, 1964). Egresado de la Universidad Simón Bolívar (1988), magister en Diseño Arquitectónico (Universidad Central de Venezuela, UCV, 2011) y doctor en Arquitectura (TP). Es profesor de Diseño Arquitectónico en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV. Ganador del XIII Premio de Poesía Fernando Paz Castillo (Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, Celarg, 2000). Ha publicado los poemarios Desde el espejo del baño, No somos nuestros, La casa de las hormigas, Cantos cardinales, 39 grados de cielo en la tierra y Orfeado Insilio; y en formato digital A contra sombra, padre, Fuego inútil, ¿Respira, quién en el umbral? y Ofelia en la retina,
Ricardo Ramírez Requena

Escritor y profesor universitario. Formado en Letras y en Literatura Comparada en la UCV, es profesor en esa misma casa de estudios. Librero, gestor cultural y editor, fue ganador del Premio Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana en 2014, con el diario Constancia de la lluvia. Ha sido colaborador de Los Hermanos Chang, Prodavinci y Ficción Mínima, entre otras publicaciones digitales, así como en el diario Tal Cual y el Papel Literario de El Nacional. Ha sido finalista de la Semana de la narrativa urbana (2010) y del Concurso de cuentos de la Policlínica Metropolitana (2011 y 2013). Con el poemario Maneras de irse, resultó finalista del I Premio Equinoccio de Poesía Eugenio Montejo. Actualmente dirige la Fundación La Poeteca. https://lapoeteca.com/