Los seres humanos hemos perdido en alguna parte de nuestra historia la autenticidad y en consecuencia la posibilidad de ser íntegramente felices.
Muchas veces tenemos una vida que no queremos, por complacer a otros, nos disfrazamos con mil caras, hasta que olvidamos la nuestra, dejando olvidados nuestros ideales y sueños, traicionando nuestros principios y valores más profundos.
En la vida cotidiana están presentes experiencias, emociones, sentimientos… mirémoslos de cerca con la mirada del que descubre lo enredado que esta resulta y comprende que ahí está toda la posible explicación a las contradicciones de la vida, pero a pesar de ello queremos vivir, aunque lloremos también podemos reír, es esa certeza de que no estamos rotos por dentro, que somos felices.
La libertad esencial renacerá cuando sigamos incondicionalmente los dictados de nuestro corazón, de nuestra intuición. Cuando consideremos a nuestros semejantes como hermanos, respetándolos y amándolos.
Cuando decidamos vivir plenamente, en paz y en armonía con la naturaleza. Cuando aceptemos que nuestra espiritualidad se debe vivir en todo momento y en todo lugar, sin excepciones. Cuando prive el bien común antes que el nuestro. Cuando estemos dispuestos a dar sin esperar recibir. Cuando empecemos crecer y trascender.
Recobremos el sentido de lo sagrado en nuestra vida cotidiana, para incorporarlo de alguna forma a la relación con nuestros semejantes, con la madre tierra, con Dios, y sobre todo con nosotros mismos…
Celebra la cotidianidad, sé el dueño de tu mente, de tus pensamientos y sentimientos. ¡Vive tu espiritualidad, disfrútala intensamente!
Hilda Marquez R